La contrariedad que rápido me esta entrevistando, entiende que me deleita sentirme excepcional y misteriosa, la soberana de todo mi limite. Aparece y llega mi real conversión envuelta en la luz de la luna que me calienta para comenzar a gatear el tallo del árbol hipnótico. Tengo que llegar al pico y asechar la ciudad que empapela a los humanos androides de la noche acostumbrados a condenar la obligación de sus días y nunca descansar por estar afligidos, mi mirada tiene que permanecer inmóvil ante un teatro que padece en las sombras y se entretiene relatando historias de adoración, todas las fábulas calculan que mas allá del dolor hay algo hermoso oculto por un gran secreto.
Poco a poco me convierto en la criatura nocturna que con un cuerpo chispeante se ocupa de difundir el desasosiego para quienes caminan sin saber la dirección adecuada. Siempre tengo firme la mirada custodiando las paredes del silencio sin dejar a entrar nada. Mientras custodio esta cima compongo profundas melodías con mi chasquido lánguido para que algún abandonado las escuche, somos muchos los pasajeros inmortales que no conquistamos el sueño dominados por la luna.
Aparece la contrariedad y me obliga a mirar a través de los arboles explorando la luz de las ventanas pretendiendo encontrar la mía, me oriento con el recuerdo de sus ojos vírgenes de cualquier defecto y con el llamado de unas palabras que chirriaban como sonata, esas que lograron que palpara la vida como cualquier androide. Aparece la contrariedad y el instante en que me siento insegura de ser la centinela de esta jungla impenetrable en medio de un cosmos explayado por la luz de tantas miradas curiosas por que aquí no existen amantes, no hay ninguna forma como la que en sus obras representan. Apare la contrariedad y me estimula a galopar a ese gran vacío que fabrica la ciudad en la noche, tantas luces encendidas me atraen a buscar mi ventana.
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