El anochecer aparece con su tenue brisa y se encarga de despertar mis estímulos para calcular la manera más rápida en llegar a lo alto del tejado. Ya cuento con tu presencia y quiero ubicarme a mirar todo el lugar en la oscuridad mientras unas cuantas estrellas me dibujan figuras extrañas; de los ancestros que han ido pintando la historia en el cielo, de los reflejos del universo y las siluetas de una ciudad que poco entiendo.
Esperaba un rato a solas contigo para contarte el sueño que tuve hace un momento. Llegó con la sensación de alguna historia del ayer, calles frías y desoladas en una noche como esta, por supuesto, tú, siguiendo mis pisadas húmedas a causa de los rastros de la lluvia en dirección a una puerta abierta y contorneada por el resplandor de aquellos ojos, de los que solemos hablar hasta altas horas de la noche.
El pasado apareció en silencio, y se que sabes a que me refiero, por que haz podido ser la única testigo de entender todo lo que siento y lo que no entiendo, de mi papel extraño y de unas extrañas razones para poder soportar este mundo que no parece mio.
El pasado apareció en silencio, y se que sabes a que me refiero, por que haz podido ser la única testigo de entender todo lo que siento y lo que no entiendo, de mi papel extraño y de unas extrañas razones para poder soportar este mundo que no parece mio.
Es claro que no entiendo el tiempo, ni el mañana, ni el pasado, ni el sentido que sostiene la existencia de los humanos, un sentido para mi, muy ilógico. Por eso me aferro a los sueños que indiscretamente me van contando lo que va a pasar y lo que alguna vez pasó, los sueños que tu guardas en un cofre estelar, manipulados y mezclados a tu parecer. Siempre vienen con la intensión de adornar este extraño tiempo, con historias extrañas que cambian toda mi realidad y me ofrecen la posibilidad de dudar o creer, y sobre todo, se manifiestan con la sensación de lo que tu llamas amor, mi única conexión con este entorno, la abstracción del universo y muchas bizarras formas de expresarlo, la certeza de no querer abandonarlo y el sentirme siempre vulnerable, por que soy vulnerable a lo que sueles llamar amor y a esa puerta abierta por la que alguna vez entre.
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