Desvestir el paisaje es desvelarme en un nuevo coma que explora apresuradamente los diferentes segundos que componen mi tiempo, ya no navego el océano si no que viajo entre el aire amarrada a la gran raíz sepultada en la tierra suponiendo que no me deja llegar muy alto por que de mi cálida sangre se están alimentando mientras el retoño van escalando.
Algún confort encontré aquí arriba, me divierto vigilando el tren que cruza el océano que se encarga de rociar los jardines mientras duermen, el agua es el espejo que manifiesta la forma del portal que puedo penetrar con las pinzas enterradas en mis manos, pero eso es lo que ahora menos importa, por que suelo parecer inconsciente por perforar las nubes mientras trato de reconocer la cabeza de lo que se titula amor, balanceando mi cuerpo en la cima del árbol sin temor alguno de caer cuando ella no pueda con la vibración de toda la vida que llevo adentro. Pero mi conciencia siempre termina llegando a este paisaje que parece ser la mierda que me devoro, ubicada entre tantos que me despistan de un destello que me bastará para evaporarme y poder llegar a la colina donde voy a penetrar el pasaje que me llevará otro lado del tiempo.
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