3 dic 2010

La Caja

Me reanimo a la hora precisa, me desplazo deprisa y curioseo por el hueco de la caja, la fascinación es la que constantemente me usa en esta dirección.

El principio de todo esto se dio tras un arbusto, lo pude divisar sobre el árbol, esa sombra tan clara, detallada y perfectamente moldeada no podía pasar inadvertida. La impiedad es muy atractiva, por que mientras se siente el universo puedo apreciar como pasas pausadamente ante mis ojos por que ya me has visto. Tu también estas originando este lapso.
Inicialmente, antes de leer las palabras, me estimularon apariencias sagaces que se contrastaban con el verde oscuro de las montañas que rodean el sendero. Bajo el reflejo proveniente de la mantilla de cielo se encuentran los interpretes de la obra, que relucientes lucen como monumentos de esencia humana. En este intervalo el tiempo no existe. Es otra extensión.

Este estuche encubre pensamientos tramposos, tu estatuto pone en peligro tus reflexiones, de ahí tanta reserva en tus palabras. No tienes que apurarte, por ahora alcanza con la ojeada que transpiran las ganas de esta mujer, las siento. Y si te trazo estas lineas es por que alimento el delirio que me despierta tu presencia. Todo el tiempo están llegando pistas, me reprenden, sueño tras sueño. Muy puntual siempre llegan y no importa lo correspondiente que pase en el mundillo, salgo corriendo a la hamaca para poder cerrar los ojos y llegarte, mis juicios me indican como y a donde.

Mientras tanto, la soga que cada uno sostiene advirtiendo el peligro nos atrae con el vértigo que crea el tropezarnos.
El cielo azul, montaña verde, nuestras figuras dibujando las sombras del ambiente naranja de esta maquina, que nos maneja el apetito y se adueña de nuestras entrañas.

Ojo con ojo, la gran sombra que se forman en las paredes, lo se, son tus ojos en movimiento al otro lado del agujero. Es la hora exacta.

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Claudia Krisztina